martes, 20 de julio de 2010

Julio y Julia

Aquel viernes de Julio a la noche salimos como siempre, con mi amigo Diego, al boliche que se llamaba "Manolo". Ahí por los arcos de Palermo.


Diego había quedado en encontrarse con una compañera de trabajo de él y sus amigas. Ellas eran siete, de lo mas selecto de la cosecha. Nosotros eramos dos... y dos de los que habían quedado en los canastos.


Empezamos las tareas usuales de acercamiento, es decir, tragos, danza, charla... y en esas lides, Diego siempre había sido mejor jugador que yo, así que estaba concentrando toda la atención del grupo.

Yo me dedicaba entonces a escudriñar el área en busca de una salida digna. Y de pronto, mirando entre la gente, un milagro.

Una chica negra, esbelta, tan alta como yo, y de sonrisa blanca. Al verla me dí cuenta inmediatamente que la conocía... ¡Vaya si la conocía!.

Me acerqué. Despues de varios años, nos abrazamos de nuevo.

Tamara y yo formábamos parte de un grupo de jóvenes que se juntaban en la pileta de un club en Villa del Parque. Nos conocíamos bien. Habíamos compartido fechorías, pizzas y mucho sol de verano, toallones con olor a pileta y larguísimas charlas.

Tamara estaba ahí esa noche con su amiga Julia. Una misionera, descendiente de alemanes, mas que bonita. Y tenía esa forma de hablar tan particular, de los colonos alemanes en Misiones.


Las acerque al grupo a ambas para presentarlas.


De pronto hasta la atención de Diego estaba en mí. Había pasado de ser el suplente en el banco, a estrella titular.


Lentamente, Julia y yo nos fuimos separando del grupo y del resto de la gente. Tamara desapareció apenas se dio cuenta. En pocos minutos nos habíamos separado del ruido, de la noche y del suelo.


Fué la primera vez que me pasaba algo así... ¡y en un boliche!


Julia me envolvía con besos y palabras, con caricias y miradas. Era imposible despegarme de ella, así que inevitablemente, nos fuimos juntos. Embriagado con su perfume y el sabor de sus besos, perdí la noción del tiempo.



Volví a casa aquel domingo a la tarde, mientras el mundo bullía y los chicos jugaban en los parques y plazas, durmiendo en el colectivo.


El lunes me enteré que tenía un club de fans en la oficina de mi amigo.

3 patadas en el orto:

Mona Loca dijo...

:D

A veces cuando menos te lo esperas, el diablo va y se pone de tu parte, cantaba Sabina.

besos

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Y vaya que se puso de tu parte...

Anónimo dijo...

Voy a creer que es cierto entonces que el que ríe último, ríe mejor. A mí nunca me salió, jaja.. Marcela