jueves, 12 de marzo de 2009

El arma mas insólita

Leyendo el fabuloso post de Claude (http://unkilo.blogspot.com/2009/03/cosas-y-personas.html) acerca de las armas, me acordé de un episodio lejano. Como bien dice el, el peligro no está en las armas en si, sino en las personas.

Hace muchos... muchisimos años... como 19, una noche de sábado, salimos a festejar el cumpleaños de uno de los integrantes de la barra. Y bien digo barra: eramos 16 monos.

Fuimos a un bar en Devoto (Capital Federal) llamado Nastase, frente a "La Manzanita", en un lavadero de autos, atrás de la estación Devoto del ex FFCC Urquiza.

Aquella noche, el lugar estaba lleno. Lleno de borrachines.

Había en el lugar un grupo de cuatro jóvenes en una mesa junto a la nuestra. Y estaban al horno con papas. Tenían en la sangre mas graduación alcohólica que una botella de pisco. Uno de ellos se sintió amenazado por nuestro grupo. Sinceramente, no se porque.

Si bien eramos muchos, eramos bastante tranquilos. No mansos... tranquilos.

Nos tomamos unas cuantas jarras de clericó, nos reímos, y planeamos lo que sería el resto de la noche. Hasta que uno del grupo de los cuatro empezó a increpar al del cumpleaños. Yo estaba al lado.

No me gustó ni el tono, ni la violencia con que de la nada habían generado un conflicto. Lo dejamos pasar.

- Loco, no pasa nada - dijo el del cumpleaños - ni te miramos ni dijimos nada.
- Vos te haces el guapo porque son un montón - dijo el gladiador de bares.
- No flaco, en serio, está todo bien. Pasemosla tranqui...

El flaco se levantó de la silla con ánimos de pelear. Nos levantamos los 16 al mismo tiempo. Hubo unos forcejeos tenues y todo volvió a la calma. Al flaco que quería guerra, lo agarraron sus amigos diciendole que se deje de joder.

A los pocos minutos, insistió. Esta vez fué mas violento el episodio.

Agarro al del cumpleaños del pelo (tenia el pelo largo) y lo tiró de la silla. Y se plantó para pelear adentro del bar (recordemos que estaba lleno y era un ambiente muy chico).

Yo en aquel entonces seguía siendo el mismo punk que había charlado con Luca en la estación Palomar. Pero tenía otra visión de las cosas. Era agua de estanque, pero los conflictos, había que resolverlos rápido y en el lugar. Cuanto antes mejor. No era de muchas palabras.

Además, era el mas chico de la banda. Eran todos amigos de mi hermano, mayor por dos años.

Me levanté de la silla, y agarré una jarra de clericó vacía. Con ella en la mano derecha, y el cuello de la camisa del pendenciero en la mano izquierda, terminé con el conflicto.

Los tres amigos me miraban con horror, esperando lo peor. El pendenciero, con mirada que imploraba clemencia. Y yo, solo, ante la mirada de todos, sin decir una palabra, bajé la jarra violentamente, frenando a escasos milimetros de la cabeza de la víctima.

- Digo que ya es suficiente - dije calmadamente
- Si loco, ya está, esta todo bien! - decían como si fueran los tres chiflados los amigos del rehén.
- El patrullero! - gritó un tercero.

Habían estacionado en la puerta, tal vez advertidos por los dueños del local.

Entraron, y me encararon a mí, por supuesto.

- ¿que está pasando acá? - pregunto el agente
- Oficial - dije según me enseño mi viejo de aumentarles el rango siempre
- Agente...
- ... Agente... están un poco pasados de copas... y yo se que no quieren pelearse con nadie

Mis amigos me miraban con asombro y casi admiración. El menor de la banda, estaba hablando con la policía, atenuando la gravedad del conflicto.

- Nosotros vinimos por un cumpleaños, pero la verdad que ahora nos queremos ir a casa
- Nos van a tener que acompañar - dijo el agente.
- ¿Los dieciseis en un patrullero?
- Ya viene el celular
- Agente - dije con pesadez - hoy es sábado a la noche... y es noche de boliches y robos...
- ¿Y?
- El celular lo van a necesitar para cosas mas importantes... y esto es una pavada
- ... disturbios... bla bla .... violencia... banda... bla bla...
- Agente... lleven al pibe a su casa, y nosotros nos vamos a la nuestra. Ya ni ganas tenemos de festejar...

Me miró fijo. Era un hombre de unos veintiocho años.

- De hombre a hombre - le dije - es peligroso que ese chico ande por la calle. Pueden hacerle daño.
- Ustedes son un montón...
- ... De boludos... si fueramos vivos estaríamos con alguna mujer... ¿no?

El agente se rió de buena gana mientras entraban al otro chico al patrullero.

- Tenganlo hasta que se le pase el pedo... en la calle lo puede lastimar...
- Vayansé a casa... y no hagan quilombo.
- Tiene mi palabra, y acá mi documento para que vea quien soy y adonde vivo.
- No hace falta... paguen y vayansé.

Volvimos caminando hasta Santos Lugares. Un chico de dieciseis años, seguido de tipos mas grandes. El peligro, en ese entonces, caminaba al frente de un grupo de quince.

Esa noche me re bautizaron como "Harry el Sucio".

10 patadas en el orto:

Nati Alabel dijo...

Yo también les digo oficial siempre! Aunque nunca amenacé a nadie con una jarra de vidrio, no.

Anónimo dijo...

negociando se llega a roma!

El gato vagabundo dijo...

Naty: Es toda una sensacion. Sobre todo porque la cuchara de madera oficia de badajo y el arma entera tañe cual campana funeraria...

Blmp: Si señor! O al menos aquella noche llegué a casa temprano.

Mona Loca dijo...

Dirty Gato: Toda mi admiración.
Soy completamente incapaz de resolver conflictos bravos pensando con la cabeza. Mi admiración, denserio.
Porque si a los 16 podía hacer eso, no me quiero imaginar ahora, que encima tiene más experiencia.

El gato vagabundo dijo...

Mona: En realidad era con una jarra, no con la cabeza...
Ahora, con muchisima mas experiencia, resuelvo conflictos con la pericia de un recien nacido.

Laura dijo...

por dentro tenías la misma tranquilidad que se veía por fuera?

El gato vagabundo dijo...

Eso es lo terrible Laura. Por dentro estaba quieto como un lago.

Claude dijo...

¿Muchas vidas, muchos blogs? No sabía que tenías este espacio. Tremenda esa anécdota. Recordé que en el año 2001 frecuentaba mucho un lugar de la calle Sarmiento, frente a la parte trasera del Paseo La Plaza. En los últimos meses del año la cosa se puso bastante brava y los empleados del lugar no duraban ni una semana: se asqueaban teniendo que limpiar la sangre. Los instrumentos de agresión eran los vasos, las botellas y las sillas y, una vez, una tijera. Todo estaba en el ánimo de los que iban ahí. Yo nunca participaba ni prestaba atención. Afortunadamente todos me querían.

El gato vagabundo dijo...

Claude: ¿Maluco Beleza?

Claude dijo...

Casi: un poco más atrás, un maxikiosco.