Abrió la puerta y me miró con sorpresa. Supongo que mi cara también fue de sorpresa. Sonrió.
- ¿y eso?
- Buena memoria.
Me hizo pasar. Cuando me dí vuelta para decirle algo, me sorprendió con un beso a boca abierta.
- Me gusta jugar fuerte - dijo.
Sinceramente me sentía bastante incómodo con los guantes, pero ella me había pedido que me los dejara. Me tomó de la mano, y me arrastró a la habitación.
Cuando estaba a medio desvestir, la hice arrodillar sobre la cama. Le desprendí la camisa, y (se me ocurrió en el momento) le até las manos con ella.
Era la primera vez que exploraba el terreno de las perversiones, y del sexo sin amor, entre los guantes y las manos atadas. Y me mareaba la adrenalina de pisar tierra virgen. No sabía lo que vendría, y eso, le daba un condimento especial a aquel encuentro.
Ella estaba completamente mojada, y la tarea de hundirle mis dedos fué por demás sencilla.
Mareados, excitados, libres. El sexo había pasado al último lugar. Lo primordial entonces, fué jugar, explorar, aprender.
La saboreé completa. La tuve toda para mí.
Casi no hablamos.
Al terminar, transpirados, exhaustos, sonrientes, tirados en la cama, nos miramos intensamente.
- ¿Como estás? - me preguntó.
- Sigo caliente - le dije consciente de que aun estaba con una erección antológica.
- Mmmm... que lindo - dijo riendose.
- Comeme.
Ella se dedicó conscientemente a hacerme acabar con su boca. ¡Y vaya si lo logró!
Nos despedimos bien entrada la mañana.
Ella sabía. Y yo también. Había sido esa vez la primera y última. Había abierto en mí una inquietud que duraría varios años, y que me daría mas de una satisfacción.
La turca me había mostrado como era liberar las fantasías. Y yo se lo agradecí siempre.
Un mediodía me la encontré almorzando en las Galerías Pacífico, en el patio de comidas, donde iban los oficinistas de la zona. Ella estaba con varias personas mas. Yo también, ya que estaba en un curso de Microsoft.
Me acerqué a la mesa.
- Hola Pamela...
- ... Diego... - dijo sorprendida - ¿como andás?
- Bien... almorzando con unos compañeros de curso... ¿vos?
- Acá, con mis compañeros de laburo - dijo señalandolos.
- Bueno, te dejo tranqui, nos vemos.
- Dale.
Al rato nos cruzamos camino a los baños.
Fué el último beso fuerte entre nosotros. Ella me mordió la boca. Yo, la abracé con fuerza.
Y nos separamos. Esta vez, para siempre.
martes, 3 de marzo de 2009
Los guantes de Latex - Final
Puteó
El gato vagabundo
a eso de las
6:17
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 patadas en el orto:
Para siempre ????
Todo es relativo mi estimado felino.
Es cierto flaco. Quien te dice, tal vez, alguna vez me la cruce en las tres cascadas tomando mate con su marido...
Que historia caliente Gatito!!! Me encantó. Besos.
Aplausos para usted... Nuestro punto de vista es muy poco expresado por estos pagos. Me canse de leer a las mujeres que arrancan su historia con el titulo "...Me dejó!!(algunas nos insultan, otras no) y empiezo a escribir esta bitácora porque...". Exelente relato. Una lastima lo del negro...
guauuu
una historia sin vueltas, bien directa
me encantó
No se si será por lo triste que estabas cuando la conociste, por la idea del juego compartido o por ese encuentro final en el shopping, pero a mí me terminó dando ternura esta historia.
Lucre: Caliente y triste... en realidad fué una cosa medio rara. Era algo hermoso en un momento de mierda. Con el tiempo volvería por aquella zona, pero con otra mujer y con otro intento de enamorarme. Como sabrás... falló.
Leo: ¡Si contara las historias de cada una de las minas que me dejaron! Pero no se trata de un blog de amor este... no. Gracias por venir!
Laura: A veces, el camino mas directo es la respuesta. Preparate... acá vas a encontrar de todo.
Ceci: Es que es una historia tierna! Fijate (observen todos), si fuera solo de coger, me hubiera extendido en detalles, sabores, perfumes y sonidos. Pero no. Pasó rapido eso para darle paso a la verdadera historia, la de dos personas que se rascaron mutuamente las espaldas cuando les picaba. Ni antes, ni despues.
Publicar un comentario